El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, renunció a su ofensiva de romper relaciones con el Mercosur y obtener la posibilidad de que cada miembro pudiera negociar tratados unilateralmente.
Hasta hace poco tiempo el presidente brasileño Jair Bolsonaro encabezaba la lista, junto a Lacalle Pou, de presidentes sudamericanos que estaban a favor de terminar con el Mercosur. Sin embargo, este martes el mandatario brasilero reconoció la legalidad vigente y el rol de la diplomacia internacional. De esta manera, Bolsonaro parece dar un giro drástico en sus intenciones de de poder comerciar unilateralmente con países sudamericanos, algo que violaría no solo la Decisión 32/00 del Consejo del Mercado Común sino también el artículo 1 del Capítulo I del Tratado de Asunción, constitutivo del bloque.
A pesar de los recurrentes enfrentamientos que el mandatario brasilero tuvo con el actual presidente de la Nación, Alberto Fernández, acerca de sus respectivas posturas sobre la flexibilización del Mercosur, Bolsonaro pareció tener un rotundo cambio de opinión a comienzos de este año de elecciones generales en Brasil. Incluso mencionó este lunes que “la pretensión de Luis Lacalle Pou de asociarse con China es un problema que enfrentamos. Estamos tratando ese asunto. El Mercosur es algo que debe ser tratado todos los días”.
“El Mercosur siempre es inestable y tiene sus pros y sus contras. En este momento Uruguay quiere comprar todo lo que viene de China, independientemente de la cláusula de barrera del Mercosur”, explicó el presidente brasilero a Radio Sarandi, del estado de Río Grande do Sul (sur).
“Particularmente, yo entiendo que ser libres podría ser mejor para nosotros, pero respetamos lo que se hizo en el pasado en lo atinente al Mercosur”, añadió para justificar su drástico cambio de opinión.
Lo que sostenía Bolsonaro acerca del Mercosur, estaba fundamentado en su discurso ultraliberal y rupturista compartido con su ministro de Economía, Paulo Guedes, llegando a pensar la posibilidad de un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. Aquel proyecto no se pudo llevar a cabo por dos razones: el expresidente estadounidense, Donald Trump, no mostró mucho interés en llevar adelante la integración con la economía de Brasil y con la llegada de Joe Biden terminó de sepultar aquel proyecto.
Para Bolsonaro, China es más que un peligro para el aparato industrial brasileño: es, como lo era con Trump, un enemigo ideológico, encarnación del cuco del “comunismo”. La alarma que activó el sorpresivo accionar del presidente brasilero fue la posible asociación comercial de Uruguay con China. Si bien Uruguay ha visto largamente a China como un poderoso socio. Su producción de granos, carne, lácteos y otros tipos de materia prima podrían resultar de gran utilidad para el gigante asiático mientras que, sin una industria –ni empleo significativo en ese renglón– que defender, la llegada libre de bienes manufacturados de Oriente podría contribuir a un abaratamiento de los insumos y los bienes de consumo importados. No es el caso de Argentina ni de Brasil.
El problema que da a entender el presidente brasilero con esta situación, es que el hecho de que un país del Mercosur se abra de semejante modo priva a las empresas de las demás naciones del bloque de la reserva de mercado que, justamente, involucra la unión aduanera, por imperfecta que sea. Si los productos de potencias industriales como China, Corea, Estados Unidos o Alemania ingresaran con arancel cero a cualquiera de los países miembros, desplazarían de inmediato por su mayor competitividad a los del resto del Mercosur. Eso implicaría acabar por completo con la visión de un bloque comercial compuesto por los países de la región que funcione como una industria local capaz de ganar eficiencia y escala con el tiempo.