La muerte de Gerson de Melo Machado, un joven de 19 años diagnosticado con esquizofrenia y sin acceso a un tratamiento adecuado, volvió a exponer fallas profundas en la atención de la salud mental en Brasil. El domingo, en el Parque Zoobotánico de João Pessoa, el joven trepó un muro de seis metros, superó barreras de seguridad y descendió al recinto de una leona, donde perdió la vida en cuestión de segundos. Lo que para muchos fue un episodio sorprendente, para quienes conocían su historia fue una tragedia anunciada.
Gerson —conocido como “Vaqueirinho”— vivía desde la infancia entre instituciones, diagnósticos tardíos y abandono. Oía voces, tenía delirios y mostraba una obsesión persistente por África y los leones, sin recibir jamás un acompañamiento terapéutico sostenido. Su historia estuvo marcada por la misma enfermedad que afectó a su madre y sus abuelas, y por la ausencia de una red familiar o estatal que lo contuviera.
Una vida atravesada por la enfermedad y el abandono
La consejera tutelar Verónica Oliveira lo conoció cuando tenía diez años y caminaba solo por una autopista. Su madre había perdido la custodia de sus cinco hijos y Gerson no fue adoptado porque sus síntomas psiquiátricos aparecieron temprano. Desde chico aseguraba que algún día iba a domar leones, una obsesión que lo llevó incluso a intentar viajar colgado del tren de aterrizaje de un avión.
Su vida transcurrió entre instituciones, calles y silencio estatal.
El derrumbe al cumplir 18
Todo empeoró cuando cumplió 18 y quedó fuera del sistema de acogida. João Pessoa no tenía dispositivos para jóvenes con trastornos graves, ni programas de autonomía, ni continuidad terapéutica. Sin apoyos y sin medicación, la calle se convirtió en su único hogar. La cárcel, paradójicamente, era el único lugar donde podía recibir tratamiento.
Cometía pequeños delitos para ser detenido y acceder a medicación. “Se comportaba como un niño de cinco años”, recordó el funcionario penitenciario Ivison Lira. Días antes de su muerte, él mismo había advertido públicamente que Gerson estaba completamente desamparado. “Ahí está el resultado”, lamentó tras conocerse el desenlace.
Un hecho que obliga a revisar el sistema de salud mental
Su muerte no fue un acto temerario o un “sueño africano”, sino la consecuencia directa de una vida atravesada por una enfermedad grave sin atención adecuada. El caso reabre un debate urgente en Brasil sobre qué ocurre con jóvenes que quedan atrapados entre la calle, la violencia, la falta de atención psiquiátrica y un Estado que no logra ofrecer dispositivos de cuidado reales.
El destino de la leona
Tras el ataque, el zoo cerró sus puertas y la leona fue retirada del recinto. El veterinario Thiago Nery informó que el animal entró en shock y permanecerá bajo observación de biólogos y veterinarios.
Mientras la leona recibe atención especializada, la historia de Gerson revela que él nunca tuvo la oportunidad de acceder a un cuidado similar, ni siquiera al mínimo que necesitaba para vivir de forma segura.
Fuente: El Territorio
